Considerada como “la reina de la sombrerería y la sombrerera de las reinas”, la diseñadora francesa Madame Paulette hizo de su arte y de su taller parisino un punto de encuentro de las mujeres más elegantes del mundo. Fotógrafos como Horst P. Horst, Richard Avedon y William Klein se disputaban quién sería el primero en disparar sus nuevas colecciones de tocados para las páginas de revistas como ‘Vogue’ o ‘Harper ‘s Bazaar’, en las que sus creaciones se convertían en reclamo de las mejores modelos de la época. Vistió las cabezas más famosas del cine, como las de Greta Garbo, Marlene Dietrich o Audrey Hepburn en películas tan inolvidables como ‘My Fair Lady’ y, a pesar de su reconocimiento, lo cierto es que aún su nombre sigue siendo casi desconocido. Por este motivo, su nuera Annie Schneider, decidió recopilar la labor de Paulette en un libro que recoge la biografía de quien fuera máxima exponente de los sombreros más exquisitos.
Pauline Adam nació en la localidad francesa de Bruyère en 1900. Hija de una familia acomodada, desde pequeña fue educada en Suiza y, a su regreso a Francia, comenzó a trabajar como modelo en la Maison Lewis de París. Al cumplir 20 años, se trasladó a Brunet & Verlaine, una nueva casa de sombreros, donde trabajó como diseñadora y vendedora.Tres años después se casó y, en 1925, dejó su trabajo y decidió probar suerte abriendo su propio salón en la Rue de la Pépinière.
El éxito pronto tocó a las puertas de su pequeño atelier, por lo que ante la demanda de pedidos decidió mudarse en 1929 a un local mayor en la Rue de Ventadour, donde adoptó el nombre de Paulette para iniciar su firma. La alta sociedad se convirtió en su aliada, atraída por el estilo y la elegancia de sus sombreros. En 1939 inauguró nuevos salones en el número 63 de la Avenida Victor-Emmanuel III y, un año después, ampliaría el número de vendedoras y costureras para su taller.
La innovación siempre fue la característica de sus creaciones, con nuevas formas, texturas y colores destinadas a las cabezas más osadas. Además, su intuición siempre acompañó su reputación entre la clientela, pues conocía tan bien los gustos de las mujeres que incluso se adelantaba a sus deseos antes de que realizaran un encargo. Eran modelos a medida y nunca habían dos iguales, pues al confeccionarse de manera artesanal cada pieza se cosía y decoraba a mano con plumas, flores y pedrería. “El sombrero es más que un accesorio es una actitud”, decía Madame Paulette.
Entre sus aportaciones al mundo de la moda destaca el uso del turbante como complemento, prenda que convirtió en objeto de deseo durante la Segunda Guerra Mundial. La idea le surgió por casualidad, cuando una mañana paseando en bicicleta por las calles de París improvisó con un pañuelo negro un tocado para si misma, un accesorio que pronto se convirtió en una nueva moda bajo el nombre de bicyclette turbante(turbante bicicleta) al ser ideal en tiempos en que el champú escaseaba, no había recursos económicos y las mujeres que tenían trabajo estaban tan ocupadas para ir a la peluquería que fue la solución perfecta para no preocuparse por el peinado. Además, creó pañuelos para el cuello a juego con estos turbantes, lo que permitió muchas combinaciones a precios más asequibles.
Esta idea la ayudó a prosperar en los años de la posguerra, cuando también comenzó a colaborar con el diseñador Robert Piguet para complementar sus colecciones. A la par su nombre era reclamo de la realeza europea, creando tocados para la princesa Grace de Mónaco o la duquesa de Windsor, entre otras aristócratas.
En ese tiempo fue elegida para participar en la exposición itinerante Théâtre de la Mode, lo que contribuyó a dar el salto a los Estados Unidos, donde revistas como ‘Vogue’ o ‘Harper’s Bazaar’ se interesaron por sus diseños. Paulette llegó a producir cerca de 800 sombreros al mes a finales de los años 40, modelos entre los que destacaban boinas, capelinas, gorros, turbantes drapeados o su famoso sombrero pastillero en 1946.
Sus diseños eran auténticas piezas arquitectónicas que se erigían entre espirales o formas puntiagudas inspirados en obras de arte modernas, logrando imponer un estilo que respondía a su mayor premisa desde los comienzos de su firma: ninguna mujer se consideraría formalmente vestida sin llevar sombrero.
Los años 50 trajeron nuevos éxitos para Madame Paulette, con dos colecciones al año y diseñadores que compraban los derechos para reproducir sus diseños. La sombrerera abrió una tienda en Buenos Aires, un corner en los famosos almacenes londinenses Harrods y espacios propios en las principales tiendas de los Estados Unidos, logrando dar empleo y expandir el nombre de su marca.
Sus diseños contribuyeron, además, a vestir películas, obras de teatro y espectáculos de cabaret, proporcionando sombreros únicos para las actrices, la alta sociedad y la realeza. Una veneración que llevó al diseñador y productor artístico Cecil Beaton a contar con los tocados de Paulette en películas tan conocidas como ‘My Fair Lady’ y ‘Gigi’, interpretadas por Audrey Hepburn y Leslie Caron, respectivamente.
A partir de este momento, comenzaría a trabajar directamente con Pierre Cardin, Balmain, Ungaro e incluso Coco Chanel, complementando las colecciones de alta costura de estos modistos del siglo XX. Su taller fue imparable hasta el día de su muerte, en septiembre de 1984, pues a pesar de su longeva edad seguía contribuyendo con sus elegantes trabajos en seda, plumas y piel con muchos modistos como Jean-Louis Scherrer, Thierry Mugler o Claude Montana.
Aunque a partir de los años 60 el uso del sombrero comenzó a relegarse del día a día, Paulette se negaba a abandonar la pasión de su oficio y, prueba de ello, fueron las piezas que creó entonces, demostrando así que su imaginación era inagotable. Casquetes con bordados de insectos, máscaras, orejas de conejita y libélulas de organza se convirtieron en reclamo de las pasarelas, siendo hoy en día fuente de inspiración para muchos diseñadores actuales.