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Lilly Dache, el lujo por sombrero

Lilly Dache, una de las sombrereras más famosas del siglo XX en Estados Unidos, solía decir que “con encanto una mujer puede conseguir cualquier cosa que se proponga en la vida”. Al menos, ella sí lo logró. Rodeada de un mundo de excéntrico lujo, afirmaba que durante la mañana, en su cama cubierta con una manta de piel de leopardo o en un baño de burbujas, lograba cerrar los mejores negocios, consolidando un mundo de elegancia que tuvo fiel reflejo en sus creaciones. Aunque nació en Francia, fue en Nueva York donde estableció su negocio, el cual tuvo su momento álgido después de la Gran Depresión, cuando las mujeres descubrieron que no podían comprarse un vestido nuevo pero sí un sombrero. Marlene Dietrich o la mismísima Carmen Miranda lucieron sus creaciones más famosas.

Lilly Dache nació en 1904 en Beigles, Francia. Con catorce años dejó la escuela para entrar como aprendiz del taller de su tía, una sombrerera de Burdeos, desde el cual pasó al salón de las modistas Caroline Reboux y Suzanne Talbot en París. En 1924 decidió emigrar a Nueva York, donde trabajó como vendedora en los almacenes Macy para pasar a ser costurera en Bonet, un pequeño taller en el que desarrolló su carrera hasta que pudo ahorrar el suficiente dinero que la llevó a comprar el negocio a su propietaria. A finales de la década de los años 20, su salón había alcanzado tal fama que decidió mudarse a un local más grande y más céntrico de la ciudad de los rascacielos.

Lilly Dache.

Lilly Dache.

El 13 de marzo de 1931, Lilly se casó con Jean Despres, un ejecutivo de origen galo que dirigía la empresa cosmética Coty, Inc. Su amor mutuo y la vida profesional de ambos contribuyó a realzar el éxito de unas creaciones inusuales e innovadoras para la época, entre las que destacó su técnica de utilizar retales, cintas y adornos de colores y tejidos drapeados con los que armaba sus sombreros directamente sobre la cabeza de las clientas.

Ante la escasez de materiales tras la Segunda Guerra Mundial, logró reinventar las texturas y puso de moda entre la clase alta los sombreros de ala ancha, que también popularizó la actriz Marlene Dietriche, una de sus principales clientas. Creó tocados de maxiflores, turbantes enjoyados, pompones de visón o borsalinos con incrustaciones de cristal. Además, ideó una redecilla para las trabajadoras de las fábricas que pronto se convirtió en un accesorio más que demandado. Un sinfín de diseños vistosos y extravagantes que fueron auténticos objetos de deseo entre los años 30 y 50.

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La maestría y originalidad de los sombreros de Dache atrajo pronto a la alta sociedad americana, ávida de lucir sus creaciones en los eventos de la jet-set. Una demanda que pronto llegó al cine para vestir las cabezas de actrices tan conocidas como Carole Lombard, Joan Crawford, Marion Davies, Audrey Hepburn, Gertrude Lawrence o Loretta Young, quien compró los últimos 30 sombreros de la modista antes de que decidiera retirarse del oficio. 

Grandes estrellas que, además, la hicieron trabajar en muchas películas de Hollywood junto a Travis Banton, con quien logró inmortalizar los tocados de Carmen Miranda, una figura icono del turbante gracias a la idea de Dache de adornarlos con exóticos pájaros, plumas y frutas. 

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”Me gusta hablar con la clienta, saber donde va a usar el sombrero que me encarga o qué tipo de vestido usaría con él. Intento conocerla bien, pues si ella cree que su nariz es demasiado larga, entonces le haré un sombrero de ala ancha ladeado para que disimule sus rasgos. El secreto es hacerlo todo con amor, afecto y emoción”, comentó la sombrerera en una entrevista poco antes de retirarse del oficio.

Gracias al éxito de sus diseños, Dache ganó muchísimo dinero y fortaleció su imperio bajo la esencia del glamour kitsch. En su casa de Manhattan, de nueve pisos, dedicó dos a su hogar, uno a los sombreros y otro a una boutique. Los cinco restantes a materializar sus ideas del lujo para disfrute de sus clientas. Disponía de un salón circular lleno de espejos, en el que había un probador decorado en plata para las morenas y otro en oro para las rubias. Para los compradores al por mayor disponía de otra habitación acolchada en satén rosa y pieles de leopardo, una estancia que envolvía de ostentación ese halo de elegancia que solía transmitir.

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Excentricidad y pasión por los detalles que la hizo situarse entre los grandes modistas de Nueva York junto a John Fredericks, Walter Florell, Laddie Northridge y Sally Victor, lo que contribuyó a que Lilly Dache fuese una de las mujeres con más influencia en el comercio de la sombrerería. Asimismo, escribió libros en los que daba consejos de belleza y estilismo a sus seguidoras, lo cual reforzaba su idea de que cada persona debe tener su marca, algo que la distinga.

En el apogeo de su carrera, Lilly Dache llegó a abrir tiendas en Chicago y Miami y a emplear a 150 modistas a su maison de Park Avenue. Su estilo elegante y chic era fiel reflejo de sus diseños. “Me gustan los zapatos hermosos de colores alegres, con plataformas gruesas y tacones altos. Me gusta la joyería ostentosa que tintinea cuando camino”, confesaba la gran dama del tocado.

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Recibió el Premio de la moda Neiman Marcus y el de la crítica estadounidense Coty Moda en 1943 y, aunque su tienda seguía en alza, llegó el momento en que apostó por ampliar su producción. Así, en 1949 dio un nuevo paso y sustituyó sus sombreros por bandas florales, velos o lazadas a modo de turbante. Asimismo, confeccionó vestidos a juego con sus tocados y diseñó ropa interior, guantes, medias, joyas y perfumes.

Al final de la década de 1950 contrató a un joven ayudante de Chicago, Halston Frowick, que la ayudó con su línea de ropa y también contó con la creatividad de Kenneth Battell, quien se hizo cargo del salón de peluquería en el que las clientas acudían a peinarse y decorarse con sus creaciones. 

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En 1968, Lilly Dache se retiró del mundo de la moda. Una decisión que tomó cuando su marido, Jean Despres, se jubiló al frente de su compañía. La hija del matrimonio, Suzanne Dache-Gould, se hizo cargo del negocio, alcanzando también cierto estatus en el mundo de la sombrerería.

El 31 de diciembre de 1989, la gran modista falleció en un asilo francés de Louveciennes a los 97 años de edad.

Texto: El Atelier.
Fuentes: Wikipedia, Brittanica and Fashion Encyclopedia.

 

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