La Dolce Vita no solo marcó una nueva era en la historia del cine, sino en la moda. Un estilo inventado por Federico Fellini y contado por Ennio Flaiano, pero que fue vestido por Emilio Schuberth, el sastre de las divas y las reinas que, desde su atelier de la calle Condotti de Roma, cubrió de brillos y lentejuelas a la alta sociedad y a las actrices más importantes de Hollywood que acudían a mediados de los años 50 y principios de los 60 a los estudios Cineccita. Sophia Loren, Gina Lollobrigida, la princesa Soraya o Martine Carol, entre otras, fueron clientas y musas de un diseñador, pequeño en estatura pero gigante en creatividad, que potenció un estilo único, femenino y repleto de glamour. Divas del lujo y la fastuosidad que aún hoy permanecen en la memoria gracias a uno de los modistos italianos poco rememorados pero que supo crear escuela.
Emilio Federico Schuberth nació en Nápoles el 8 de junio 1904. Hijo de un noble alemán y de una bailarina española de flamenco, su formación inicial siempre estuvo vinculada a la pintura, hasta que a principios de los años 30 decidió trasladarse a Roma donde comenzó a diseñar por hobby sombreros de mujer. Sus amistades le animaron a potenciar su talento y así entró como aprendiz en la sastrería Montorsi de Roma. Pronto, su elegante estilo llamó la atención de la condesa Ratti, nieta del Papa Pío XI, que le impulsó a abrir su propia tienda en 1938.
Schuberth decidió instaurar una sombrerería, pero años más tarde la transformó en un taller de alta costura, en el que alcanzaría el éxito no solo en la capital italiana sino en todo el mundo. La opulencia de los tejidos, los volúmenes, la riqueza de los detalles, los brillantes colores que empleaba y, sobre todo, la exaltación del cuerpo femenino fueron reclamo para numerosas clientas entre los años 50 y 60, cuyos vestidos de corte princesa llevaron al diseñador a ser uno de los más populares de Europa.
Schuberth denominaba a sus creaciones como diseños hechos “a la medida de las estrellas”, por lo que su trabajo fue reclamo de muchas artistas internacionales y de personajes famosos como la princesa Soraya, Rita Hayworth, Ingrid Bergman, Bette Davis, Brigitte Bardot, Sofía Loren, Gina Lollobrigida, Anna Magnani e incluso Linda Christian, Joan Crawford o la duquesa de Windsor y Evita Perón, grandes asiduas de su taller tanto para eventos públicos como para su vida privada.
Su estilo se caracterizaba por vestir a una mujer clásica, opulenta y de cintura delgada, la cual envolvía en lujosos tejidos y finos bordados que se erigieron en aladides de un nuevo gusto que se englobó bajo la denominada Dolce Vita. Un estilo refinado que ensalzó a la escuela napolitana, de la cual fue heredero y sucesor original, en un universo de brillante boato que encandiló a las mujeres más deseables.
Memorable son sus amplias faldas superpuestas, el uso del tul y las lentejuelas e incluso los vestidos desgastados que Gina Lollobrigida puso de moda en varias de sus películas. Además, en 1951, Schuberth se erigió como uno de los máximos exponentes de la alta costura invitados al famoso desfile que se celebró en la Sala Bianca del Palacio Pitti de Florencia, donde logró encandilar a la alta sociedad y a la prensa especializada.
En 1953 impulsó la asociación de diseñadores de moda italianos, SIAM, una especie de sindicato de creadores en el que participaron otros distinguidos nombres como las hermanas Fontana, Alberto Fabiani, Giovanelli-Sciarra o Simonetta Stefanelli. Asimismo, Valentino o Roberto Capucci fueron discípulos del peculiar estilo de un modista que siempre fue considerado como un personaje extravagante, propagandista de su imagen y defensor de los derechos de los homosexuales. Piezas clave con las que Schuberth logró imponer un diseño con identidad propia que se alejaba de la hegemonía de París para englobarse bajo el llamado ‘Made in Italy’.
Su casa lanzó también un perfume, Schu-schu, y durante un tiempo se dedicó al espectáculo como cantante y actor, hasta que falleció en Roma en el año 1972, tras lo que su firma quedó en el olvido. No obstante, en el año 2006 un grupo de empresarios de Napoles decidió dar nueva vida a la maison Schuberth y reabrió la marca bajo un estilo más moderno, aunque siempre teniendo en cuenta la identidad original de su fundador. Una vuelta a las raíces de aquella tradición sartorial, que con sede en la ciudad natal del diseñador, ha conseguido afianzar diversas colecciones de alta costura y novias desde Italia para el resto del mundo.