Dunas plateadas juegan sobre el metal a crear escorzos de elegancia. Papel y acero se funden en un abrazo de formas convexas e inspiración oriental, mientras que el transparente metacrilato tiñe de colores un geométrico universo de diseño inspirador. Así es el arte que viste de movimiento a unas joyas contemporáneas, únicas y atemporales. Piezas que nacen de las manos artesanas de Claudia Kurzweil, una mujer para la que su oficio no es sólo pasión sino su vida.
Claudia soñaba con ser bailarina, pero el caprichoso destino se cruzó en su camino y la llevó a formarse en el noble oficio de la joyería. Arte en estado puro que sólo cambió de ubicación, trasladándose desde los pies a unas manos con las que desde hace casi 35 años ha conseguido danzar entre piezas de auténtica belleza. Alemana de nacimiento, pero tinerfeña de adopción, recuerda que quería estudiar ballet clásico, pero “me presenté muy tarde, con 17 años, a la prueba de acceso y no me cogieron. Mi mundo se derrumbó, pero no desistí porque tenía claro que mi profesión futura tenía que ir vinculada a algo artístico”.
Fue así como empezó a estudiar con un reconocido ceramista de su ciudad, pero su familia insistió en que tuviera una titulación, lo que la llevó entonces a cursar joyería y orfebrería en la Universidad. Hoy, mirando hacia atrás, no se arrepiente de este paso. “En la vida hay causalidades y no casualidades. No pude ser bailarina, a pesar de que estuve en varias compañías, pero en cambio terminé siendo joyera. Una profesión que hoy en día es mi verdadera pasión”, recalca.
La diseñadora Claudia Kurzweil lleva más de 35 años dedicada a la joyería, oficio que aprendió en Alemania
Tras hacer prácticas en un taller de joyería, a Claudia le surgió la oportunidad de poder trabajar en otra ciudad alemana con un prestigioso joyero y diseñador industrial, con quien logró ampliar sus conocimientos como orfebre en los seis años en que se dedicó al oficio en su país. “Allí aprendí muchísimo, pues se trabajaba en oro y plata diseñando trofeos o regalos para competiciones internacionales o para la Casa Real belga, entre otras instituciones”. Todo era perfecto, hasta que un día sintió que necesitaba pintar de color esos grises días de lluvia que acompañaban su vida, lo cual la hizo aterrizar en Tenerife.
“Mi familia me regaló unas vacaciones en la Isla, a la cual llegué por primera vez hace 25 años. Me quedé en un hotel en Bajamar y recuerdo que el primer día dejé las maletas y me fui a dar un paseo junto al mar. Cuando contemplé la puesta de Sol noté que algo cambió en mi interior y, desde ese instante, cada vez que podía volvía a Tenerife. Así hasta que llegó un momento en que decidí empezar una nueva vida aquí. Encontré un trabajo vinculado al turismo y estuve varios años dedicada a ello, aunque sentía que me faltaba algo. Fue cuando empecé a comprar herramientas y poco a poco fui montando un pequeño taller en casa, donde realizaba piezas de joyería por encargo”, destaca.
En el año 2005 obtuvo el carné de artesano del Cabildo, lo cual le dio la posibilidad de mostrar sus creaciones en las ferias de la isla, mientras que paralelamente seguía trabajando la alta joyería para determinados clientes. Oro, plata y platino conformaban, hasta entonces, la base de sus exclusivas piezas, hasta que la posibilidad de impartir clase de joyería en Icod cambiaría el ADN de sus creaciones. “Me contrataron para impartir unos cursos gratuitos que ofrecía el Ayuntamiento de ese municipio y, por tanto, necesitaba un material que no fuera muy caro para los alumnos. Por medio de un amigo descubrí el aluminio. Me habló de esta posibilidad, hice algunas pruebas y me di cuenta de que era muy manejable, Además, casi nadie lo usaba en joyería y también me permitía diseñar cosas grandes sin que pesaran. Así fue como empecé a trabajar con esta textura”, puntualiza la diseñadora.
Aluminio, metacrilato, piedras semipreciosas e incluso papel juegan a crear formas caprichosas en sus piezas
Creaciones tejidas del color de la plata que empezaron a fusionarse con maderas, piedras semipreciosas, telas, fieltros e incluso materiales reciclados, en una constante búsqueda de impregnar cada pieza de esa esencia diferente que define tanto el carácter como el arte que emana de Claudia Kurzweil. Joyas que beben de la arquitectura, de un momento, de una idea concreta que recogen los ojos de esta joyera para transformarse en lujo para lucir o sólo para ser admirado. “Mi trabajo se basa en crear formas a través del metal e intento sacar esa esencia que guarda en su interior, pero en forma de joya. Ahí radica la creatividad del artista y es lo que siempre transmito a mis alumnos”, añade.
Claudia define la base de su joyería contemporánea en la curiosidad, la investigación y la inquietud que siente por probar, combinar y mezclar materiales y formas. Para ella crear una pieza es un juego en el que fusiona ideas y sueños a pequeña o gran escala, una búsqueda constante de experiencias que le permiten expresar sentimientos sin necesidad de palabras. “Un pintor transmite sobre el lienzo y yo lo hago sobre mis joyas, a las que considero como un medio de comunicación más que definen a la persona que las lleva”, subraya.
Sus creaciones, en cambio, escapan a los dictámenes de la moda y se niegan a seguir unas formas o unos colores determinados porque, de lo contrario, dejarían de ser especiales. “No quiero seguir tendencias sino crearla con mis joyas, algo que en la especialidad a la que me dedico, la joyería contemporánea, es un concepto muy fugaz. Pero, soy de la idea de que todos somos especiales y, por tanto, nos merecemos una pieza especial, que nos defina y que nos diferencie, pues al fin y al cabo son una expresión de ti”, matiza.
Sus claros ideales chocan, por contra, con el concepto de comercialización de sus productos, pues aunque sus piezas gustan y llaman la atención, en cambio “muy pocas personas se atreven a lucirlas. Quizás porque soy muy arriesgada a la hora de diseñar y muchas de mis joyas son más de museo que para llevarlas por la calle”, comenta Claudia. Con precios que oscilan entre los 30 y los 300 euros, cuenta actualmente con un único punto de venta para sus creaciones: su web.
No obstante, ella se resiste a transformar su filosofía de arte en un producto puramente comercial, pues “sé que mataría mi creatividad”, sentencia. Es por ello que su ilusión ahora mismo está centrada en la posibilidad que ha brindado el Cabildo tinerfeño a doce artesanos para entrar a formar parte del colectivo Tenerife Moda, abriendo así sus creaciones a otros sectores de público.
No es la primera vez que las joyas artesanas de Claudia Kurzweil suben a una pasarela, pues ya han desfilado con Tenerife Moda y en el evento Canary Designers Fashion Week en Madrid, una ciudad a la que el próximo septiembre volverá junto al Cabildo y once compañeros artesanos más para participar en la gran feria de la joyería y del complemento Momad Metrópolis.“Estoy muy esperanzada con este proyecto y con la posibilidad de mostrar mi trabajo en una gran feria del sector. Confío en el hecho de que entrar en la moda sea el camino adecuado para mis diseños y deseo que mi obra guste y que pueda encontrar un nuevo mercado para mis productos”, subraya.
Nuevos aires, nuevos retos y nuevas ilusiones reviven en el corazón de esta joyera profesional, que ha comenzado a enfocar su taller desde una óptica más empresarial. “Gracias al workshop que hemos realizado con Alberto Ochoa hemos aprendido a valorar más nuestro trabajo y a intentar ahorrar en costes de producción con la ayuda de la industria. Siempre defendía que mis piezas eran únicas, pero ahora renuevo conceptos y voy a seguir ofreciendo esta idea pero desde otra base, con el fin de poder llegar a una mayor clientela”.
“Esta es la intención sobre la que estoy elaborando mi actual trabajo, el cual pasará a formar parte de colecciones cápsula, limitadas. Serán prototipos que tendrán una misma base pero que cambiarán en formas o colores. Creaciones que, además, gracias a un curso de grabado que hice, irán firmadas, numeradas y con un certificado de garantía en caso de que alguien quiera comprar la edición completa”, anuncia Claudia.
La artesana, que además ha sido cofundadora del taller Anchieta66 integrado por varios creativos de distintas modalidades, se prepara con sabia renovada para dar un giro en su particular forma de concebir el arte. Formas geométricas, de líneas limpias y depuradas que ahora comienzan a vestir sus reflejos de metal en una expresión de vida, de fuerza y de anhelos.