Más de 130 años de historia se engarzan al sueño de un joyero de origen griego que, con su delicado arte y elegancia, logró convertir su trabajo en una de las firmas de lujo más famosas: Bvlgari. A pesar de su descendencia, la marca se considera italiana porque fue en Roma donde abrió la primera tienda oficial de su gran marca, ya que la época de la ‘dolce vita’ y la fama de los estudios Cinecittà contribuyeron en gran parte a afianzar el prestigio mundial de sus brillantes creaciones. Hoy, Bvlgari ya no sólo crea joyas, sino que ha ampliado sus líneas a diversos sectores como la relojería, perfumería, marroquinería y hostelería, tras ser adquirida por el conglomerado francés LVMH.
Sotirio Georgis Voulgaris (Bulgaris en italiano) fue el fundador de una de las firmas más elegantes del mundo de la joyería. Este artesano nació en la aldea griega de Paramythia (Epiro) en 1857, localidad donde comenzó su carrera como joyero y en la que abrió su primera tienda, que aún continúa activa. En 1877, se mudó a la isla de Corfú y luego a la ciudad italiana de Nápoles para continuar con su oficio, aunque cuatro años después se establecería en Roma, donde en 1884 instaló su empresa a la par que abría las puertas de su segunda tienda, en la calle Sistina.
El negocio comenzó a crecer, y en 1905 trasladó su local al número 10 de la Vía Condotti, convirtiéndose en la tienda más representativa de Bvlgari que, en un principio, se denominó Old Curiosity Shop. Los objetos de plata de Sotirio eran de estilo neohelénico, tanto en la forma como en los materiales, lo cual llamó la atención de turistas ingleses y americanos que visitaban Roma. Le gustaba combinar elementos de tradición bizantina e islámica e incorporaba motivos alegóricos, florales y vegetales que pronto se convirtieron en seña de identidad.
Como París fue hasta los años cincuenta el centro de la moda y la creatividad joyera, la producción del orfebre estuvo influenciada por el estilo francés durante mucho tiempo. Con sus diseños geométricos y vegetales, las joyas Bvlgari de principios de los años 20 estuvieron inspiradas en el Art Déco y caracterizadas por las monturas de platino. Las de los años 30, en cambio, destacaron por sus dimensiones más imponentes y motivos geométricos con diamantes de diferentes tallas o combinados con una gema de color, como un zafiro o un rubí.
Una producción que iba en aumento y que hizo que los hijos de Sotirio, Constantino y Giorgio, se incorporaran al negocio. Así, poco a poco Bvlgari se fue transformando en un santuario al que ricos y famosos llegaban para adquirir joyas únicas y de alta calidad. Aunque la tienda inicial, bajo el nombre de Old Curiosity Shop, lo que buscaba era atraer a clientela de Estados Unidos o Gran Bretaña, a partir de 1910 empezó a especializarse en el mundo de la alta joyería ante la demanda de pedidos.
En esa época, una de las tendencias eran las joyas convertibles, donde los collares podían dividirse para lucir los diferentes elementos por separado, en forma de pulseras, horquillas o broches. Bvlgari supo aprovechar al máximo la moda y, además, en esos años también fue artífice de la creación de uno de los éxitos más importantes y duraderos de la casa: el anillo Trombino. El nombre proviene de su forma, que evoca una pequeña trompeta.
En 1932, cuando la firma afianzaba su éxito, Sotirio falleció. La empresa, entonces, pasó a manos de sus dos hijos, quienes acordaron ampliar la tienda de Vía Condotti para prestar mejor servicio a una cada vez mayor clientela. Un auge que, en gran parte, se debió a la inauguración de los estudios de Cinecittà en Roma, que convirtió a Bvlgari en reclamo de nombres del cine como Elizabeth Taylor, Ingrid Bergman, Clark Gable, Gary Cooper, Audrey Hepburn, Sophia Loren, Grace Kelly, Romy Schneider o Gina Lollobrigida, entre otros.
Tras la Segunda Guerra Mundial, y ante la escasez de materiales, los dueños apostaron por un profundo cambio en la creación de joyas. Así, el platino con diamantes engastados dejó paso al oro, siendo los pioneros en popularizar el oro amarillo junto a la combinación de piezas antiguas en arreglos modernos. A finales de los años 40, se dio otro gran paso con los relojes-pulsera en forma de serpiente, seductor reptil que pasaría a ser uno de los iconos de la firma. Los primeros ejemplares de Serpenti tenían un diseño muy estilizado que envolvía la muñeca en una espiral hecha en tubogas o en malla de oro.
A partir de los años 50 y 60, nacería otro de los símbolos clave de la joyería de Bvlgari, la elipse, la cual dio paso a un estilo de inspiración oriental en el que aún seguían en auge las famosas serpientes junto a guiños al Pop Art. El oro y los diamantes volvieron a entrelazar el éxito de la casa a las creaciones más voluptuosas.
El diseño innovador de Bvlgari fue cobrando cada vez más fuerza entre la jet-set y las estrellas de Hollywood, tanto que hasta Richard Burton le regaló a Elizabeth Taylor uno de los anillos de la casa en el rodaje de Cleopatra, en 1963, por lo que la actriz se erigió en embajadora incondicional de la marca. Igualmente, la vinculación de la enseña con el cine se reforzó en 1976, cuando Jessica Lange rodó la película King Kong y apareció con las joyas de Bvlgari entre las garras del orangután. Un boom que la empresa aprovechó para lanzar a partir de esta década su primera expansión internacional, abriendo tiendas en Nueva York, Ginebra, Montecarlo y París.
En 1984, los nietos de Sotirio, Paolo y Nicola Bulgari, asumieron la compañía, mientras que su sobrino, Francesco Trapani, fue designado gerente, encargándose de diversificar la empresa a principios de los años 90. Un tiempo en el que llegarían los embriagadores perfumes.
En 2011, el grupo LVMH adquirió el 51% del capital de la empresa joyera y, un año después, la familia Bvlgari vendió el resto de sus acciones por 236,7 millones de euros. A partir de entonces, relojería, moda, marroquinería y hasta una cadena de hoteles pasarían a formar parte del nuevo imperio del lujo.