André Courrèges, padre del diseño futurista, fue el fundador de una de las grandes casas de moda en los años 60 y 70. Junto a Pierre Cardin, Paco Rabanne, Mary Quant e Yves Saint Laurent, el gran modisto francés formó parte de un grupo innovador y revolucionario que supo trasladar en sus creaciones el pulso de una época. Desde la minifalda a los pantalones pirata, el artista logró dotar a la mujer de un guardarropa funcional y liberador. “Ya no caminamos por la vida. Vamos corriendo, bailando. Conduces un coche, coges un avión. Tu ropa debe ser capaz de moverse también”, afirmaba un visionario que imaginó como sería el siglo XXI para bordarlo en color blanco.
André Courrèges nació en la localidad francesa de Pau el 9 de marzo de 1923. Desde pequeño se sintió atraído por la sastrería, influenciado por los elegantes trajes que vestía su padre, de oficio mayordomo, cuando la familia para la que éste servía se los regalaba. No obstante, pese a su amor por la moda, optó por estudiar Ingeniería Civil, aunque al final regresó a su gran vocación. Así, con 25 años se mudó a París donde comenzó a trabajar en la empresa de diseño textil Geanne Lafaurie y, meses más tarde, inició su colaboración con Cristóbal Balenciaga, el diseñador español.
Durante once años, desde 1950 a 1961, André trabajó junto al maestro, de quien llegó a ser su asistente. Allí se acercó a la experiencia de la alta costura y aprendió las bases de la profesión, convirtiéndose en un creador perfeccionista del arte de la sastrería, como su mentor. Además, en los talleres de la maison Balenciaga conoció a la que sería su esposa, Coqueline, quien se convertiría en otro de los pilares de su vida entre costuras.
En 1961, André dejó la casa Balenciaga para iniciar su carrera en solitario, siempre con la ayuda de su maestro. Junto a su mujer abrió una boutique en el número 48 de la avenida Kléber, con tan sólo dos costureras, pero a mediados de los 60 logró que su nombre se convirtiera en sello de la época.
En su primera aparición en la escena de la alta costura francesa, en 1965, Courrèges introdujo un concepto de estilo revolucionario, la llamada vestimenta de la “era espacial”, que incluía botas, gafas de sol de gran tamaño y vestidos cortos. Sus diseños se expandieron rápidamente por todo el mundo, en especial la minifalda, crédito del invento de esta emblemática prenda que los historiadores de la moda aún se lo disputan entre el diseñador galo y la británica Mary Quant.
No obstante, a parte de estas piezas que fueron plagiadas de inmediato, también Courrèges instauró en la vestimenta los pantalones pirata y las prendas realizadas en tejidos técnicos, impulsando un viaje de fantasía que vistió una época en la que se soñaba con llegar a la luna. André creó el look de laFille de Lune (chica de la luna, en francés), con vestidos en PVC, gafas blancas y calzado futurista. Innovó con el charol y el neopreno, creó las parcas, los sobretodos de estilo mecánico y los vestidos deportivos. En contraste, también diseñó un traje con transparencias y lanzó una línea de baño reveladora, unida solo por tiras finas en los extremos. Diseños que destacaban por su comodidad y sencillez en base a formas geométricas en las que triángulos, cuadrados y trapezoides seguían las curvas femeninas, pero siempre apostando por un color que se erigió en emblema de la firma, el blanco.
Tras el éxito de su colección de minifaldas, en 1965, Courrèges ya se había lanzado hacia el prêt-à-porter, porque según afirmaba, “si nos van a copiar otros, mejor nos copiamos nosotros mismos”. Pese a ello, ya entrados los años 70, la firma empezó a introducir colecciones para hombres y perfumes exclusivos. Un nuevo estilo que dio la vuelta al mundo gracias a un concepto sexy y vanguardista y que se reflejó en el elenco de famosas clientas que vistieron sus creaciones, entre las cuales destacaron Jackie Kennedy, Audrey Hepburn, Paulette Goddard, Françoise Hardy, la duquesa de Windsor o Catherine Deneuve. Asimismo, la cantante española Massiel ganó en 1968 el Festival de Eurovisión luciendo una de sus creaciones, un mini vestido que ella compró con su dinero en la tienda del modisto.
Su momento como revolucionario de la moda comenzó a decaer a finales de la década de los 60, cuando lo espacial dejo de ser nuevo. En ese tiempo, y cansado de tanto plagio, cerró las puertas de su casa de modas, dedicándose solo a encargos individuales. No obstante, a finales de los 70 el grupo L’Oreal compró las acciones de las fragancias para venderlas en exclusiva, un sustento económico que permitió al matrimonio Courréges abrir un nuevo espacio blanco en la rue François 1er. Pese a ello, ya entrados los años 80, el nivel de actividad cayó radicalmente.
La firma fue perdiendo brillo progresivamente hasta que, en 1994, André Courrèges decidió retirarse ya aquejado de Parkinson para dedicarse a la pintura. Había cedido numerosas licencias, entre otros al grupo japonés Itokin, y tras muchos procesos judiciales la casa volvió a desfilar durante cinco años, ya sin él, en París. No obstante, en 2002 volvió a cerrar sus puertas hasta 2015, cuando dos ejecutivos de publicidad decidieron devolverla a la pasarela junto al dúo de diseñadores Sébastien Meyer y Arnaud Vaillant. Fieles al espíritu emprendedor de su fundador, la marca mantiene ahora acuerdos con Estee Lauder, Eastpack, Evian, Alain Mikli y Le Redoute.
El pasado 7 de enero de 2016, a los 92 años, el visionario que instaló un universo radical y propio con sus creaciones del futuro falleció en Neuilly-sur-Seine, cerca de París. Su legado creativo permanecerá para siempre en el recuerdo, pues aún hoy se deja sentir con fuerza en el trabajo de diseñadores de lo más dispares. Desde Karl Lagerfeld a Marc Jacobs, pasando por Jacquemus.
Texto: El Atelier.
Fuentes: Wikipedia, Marie Claie, El País.