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Cavanagh, el color de París que triunfó en Londres

John Cavanagh hizo de su nombre un mito en la historia de la moda británica. Fue reconocido por su elegante sastrería, su sentido del color y su gusto por la estética, creaciones aderezadas por el alto nivel y la calidad de unos diseños que pronto lo llevaron a formar parte del selecto circuito de la aristocracia británica. Su formación en París, junto al gran Molyneux, y su amistad y colaboración con Dior o Balmain, hicieron de sus vestidos un objeto de deseo entre las féminas. Famosas modelos de los años 50, estrellas de cine y, sobre todo, la familia real inglesa se convirtieron en su mejor escaparate para alcanzar el éxito.

John Cavanagh nació el 28 de septiembre de 1914 en Irlanda, aunque su familia se trasladó años después a Londres, donde creció y se educó. Desde adolescente quería ser modisto y en 1932 tuvo la suerte de empezar a trabajar como secretario de Edward Molyneux en sus salones de la capital británica. No obstante, el couturier siempre insistía a su empleado en que tenía que aprender a dibujar si quería formar parte activa de su taller y así, en aras de lograr su sueño, se puso manos a la obra para lograr ascender, poco después, al cargo de supervisor de esta casa de la moda. Un año más tarde fue nombrado asistente personal en París del diseñador, una ciudad donde en la que se adentró en el apasionante mundo de la alta costura.

Cavanagh.

Cavanagh.

Cavanagh tuvo de esta manera la oportunidad de entrar a formar parte del equipo de producción de Molyneux, cerca de 200 personas que se encargaban de realizar las colecciones para cada temporada. Durante ocho años estuvo a caballo entre Londres y París, reforzando las cadenas de elaboración y venta de la maison y, de paso, entablando amistad con nuevos diseñadores que surgían en esos años, como Christian Dior y Pierre Balmain.
En 1940, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, dejó Molyneux para unirse al Ejército británico y, cuando acabó el conflicto bélico, estuvo muchos meses en Londres buscando trabajo, hasta que finalmente su amigo Balmain le ofreció un empleo en su salón de París, en el que estuvo trabajando desde 1947 hasta 1951.
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Ese mismo año, Molyneux había cerrado su negocio en Londres, por lo que John vio la oportunidad de establecer su propia casa de moda sin ser competencia de quien había sido su gran mentor. En enero de 1952 abrió su tienda en el número 26 de Curzon Street, en el elegante barrio de Mayfair, y el éxito no tardaría en tocar a su puerta. Su buen ojo para el corte y el patronaje le llevaron a impulsar nuevas siluetas femeninas, construyendo hombros redondeados y largas y delgadas figuras en unos diseños que en la década de los 50 ya anticiparon el popular vestido camisero.
Su primera colección fue recibida con entusiasmo por el periódico The Times, que contribuyó a reforzar su nombre entre la alta sociedad británica. Sus diseños incluían tejidos elegantes, en los que los boleros se confeccionaban tanto en piqué para el día como en satén para la noche. Asimismo, los vestidos de fiesta se adornaban de encaje irlandés y bordados de cristales y los abrigos con estola eran los más adecuados para lucir en cualquier ocasión. Su desfile se complementó, además, con sombreros de Dior, siendo la primera vez que el modisto parisino permitía que sus piezas aparecieran junto a la ropa de otro diseñador, unos novedosos tocados que luego fueron copiados en Londres por Simone Mirman.

Los duques de Kent.

Los duques de Kent.

Su carrera no había hecho más que comenzar cuando en marzo de 1952 fue elegido miembro de la Sociedad de Diseñadores de Londres, a la par que su clientela de importantes mujeres se consolidaba cada día más, incluyendo a famosas actrices o a miembros de la familia real británica como la princesa Marina, duquesa de Kent, así como a su hija la princesa Alexandra, quienes en sus respectivos enlaces matrimoniales lucieron vestido y velo diseñados por Cavanagh.
La reputación del modisto crecía a ritmo vertiginoso, aunque sería con la colección primavera-verano de 1953, a la que denominó ‘Coronación’ en honor a la entronización de Isabel II, cuando llegó a su máximo apogeo. Su propuesta se componía de suntuosos vestidos confeccionados con ricas telas que habían sido diseñadas por Oliver Messel, unas creaciones que fueron reclamo para la aristocracia británica invitada a los actos con motivo de las ceremonias reales, tal y como fue el caso del traje brocado en oro de Lady Cornwallis.
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En la década de los 60, el modisto se adentró en el llamado ready to wear, un cambio motivado porque la realeza ya no realizaba encargos y la alta sociedad no mantenía su frecuente calendario de eventos, por lo que la alta costura de Cavanagh poco a poco fue quedando en el olvido para dar paso a una serie de boutiques de prêt-à-porter que, en cambio, no lograron la repercusión necesaria.
Cavanagh mantuvo siempre una pureza de líneas en sus diseños, ropa que se adecuaba a la perfección al estilo de vida de una clientela predominantemente británica y estadounidense, pero la nueva sociedad más liberal y obrera no supo entender la filosofía de este creador. En 1972 su casa cerraba las puertas para siempre.

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El 24 de marzo 2003, el modisto fallecía en Londres a los 88 años, aunque su idea de diseñar alta costura para la aristocracia fue retomada por el diseñador canadiense Donald Campbell, quien trabajó para Cavanagh en su taller londinense. En 1973, después de proporcionar varios trajes distintivos de la princesa Diana, Campbell retomó los pasos de su maestro y abrió su propia tienda.

Texto: El Atelier.
Fuentes: Wikipedia, Fashion Model Directory y V&A Archives.

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